2 de agosto de 2008

Celeste hija de la tierra




No es lo mismo estar solo que estar solo
en una habitación de la que acabas de
salir
como el tiempo: pausada, fugaz,
continuamente
en busca de mi ausencia, porque entonces
empiezo a comprender que soy un muerto
y es la palabra, espejo del silencio
y la noche, el fruto del día, su adorable


secreto revelado por fin.


Tendría que empezar a ser de nuevo
para aceptar el mundo como si no fuese
solamente lo único que conservo de ti,
tendría que olvidarme
como se olvida lo más negro de un sueño,
soplar en mi conciencia hasta apagar mi
imagen,
cerrar los ojos frente a los espejos,
deshacerme y hacerme, soñar siempre con
otro,
morirme de mí mismo
para no recordarte a cada instante
como el ciego recuerda la luz y el
condenado a muerte
la vida, toda ella, en un abrir y cerrar
de ojos,
porque estás más adentro de mí que yo
mismo
o existo porque existes
o yo no sé quién soy desde que sé quien
eres.


No es lo mismo estar solo que estar sin
ti, conmigo
con lo que permanece de mí si tú me
dejas:
alguien, no, quizás algo: el aspecto de
un hombre, su retrato
que el viento de otro mundo dispersa en
el espacio
lleno de tu fantasma desgarrador y dulce.


Monstruo mío, amor mío,
dondequiera que estés, con quienquiera
que yazgas
abre por un instante los ojos en mi
nombre
e, iluminada por tu despertar,
dime, como si yo fuese la noche,
qué debo hacer para volver a odiarte,
para no amar el odio que te tengo.


Es inútil
buscar a tu enemigo en el infierno
suyo y de esta ciudad, allí donde la
música agoniza
larga, ruidosamente en el silencio
y beber en su vaso para verte
con su mirada azul, roja de odio,
el vino que refleja su secreta agonía,
la que en su corazón en ruinas danza
a la luz de una luna tan desnuda como
ella
con la misma afrentosa lascivia de la
luna
que no se muestra al sol, pero acepta su
fuego,
esa virgen tatuada
por los siete pecados capitales
no eres tú o eres otra;
alguien, quizá yo mismo, entonces toca
mi frente y me despierto como el fuego en
la noche,
en toda mi pureza,
con tu nombre verídico en los labios.


foto: letras

De Enrique Lihn, dedicado hace un año, aunque aún no lo leía.

::

No hay comentarios: